Rolling Tostones
Sus satánicas senectudes no han conseguido vender todas sus entradas en el último concierto en Barcelona. Lo mismo que en Frankfurt, donde hubo que reducir 1/3 el aforo del estadio y ni así. Aquí han quedado 5.000 sin vender por mucho que Jagger haya pedido disculpas en catalán por ser unos gilipollas haciendo desplantes al público. Ciertamente le suda la polla el catalán y todo lo demás, simplemente quería llenar el recinto y hacer pasta, más pasta.
Los shows de esta banda de jubilados son perfectos, calculados al milímetro, máquinas afinadas para ganar más, mucho más dinero. Nada que ver con los Stones que ya murieron hace años, los que usaban a los Hell’s Angels como seguratas, los que iban puestos de todo y eran sexo, drogas y rock’n roll en movimiento. Los locos de verdad que hicieron Angie, Simpathy for the Devil y Satisfaction. No estos locos fingidos, cumplidores ciudadanos y sires del imperio británico.
Los Beatles murieron como grupo en los 70, y la muerte los hizo mitos. Los Stones no sólo hace años que están muertos sino que ellos no lo saben. Police ha vuelto a tocar y la voz y el ritmo no llegan a ser lo que fueron y todo parece cansino. Los Stones igual, pero no tienen la decencia de Stu Copeland reconociendo que están viejos y no son ni sombra de lo que fueron, que sólo tratan de pasarlo bien. Los Tostones son una parodia de sí mismos defendida por aquellos que tienen intereses en la pasta que genera el que estos dinosaurios sigan en los escenarios y por algunos a los que le gusta tanto su música e historia que son indulgentes con esos abuelos del escenario que tratan de imitar algo que fueron y no pueden volver a ser.
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