Cambiando la hora para perder el tiempo
El domingo pasado se retrasó el reloj.
Horario de invierno.
En casa, excepto los pc y algún artefacto muy moderno, el resto de artilugios que son o llevan reloj, están a medio cambiar de hora. Supongo que terminaré antes de navidad de cambiarlos todos (relojes, tv, tv-video, despertadores, el del coche, el de la moto, los teléfonos fijos, los móviles, el receptor de satélite, la cadena de música, etc). Si no, los dejo ya para el próximo cambio de hora de finales de marzo.
Creo que desde 1974 estamos así, no recuerdo que de chiquito pasaran estas cosas y aún menos esa sensación que –incluso para los que pasamos de llevar reloj- te indica que durante unos días algo está desacompasado en la melodía diaria.
Lo del cambio horario probablemente signifique un ahorro para las empresas, que sigo con mis dudas al respecto, pero para los curritos de a pie lo que no dudo es que toda esta historia significa una tocada de cojones dos veces al año aparte de una desincronización general que está estudiado y reconocido que da más porculo que otra cosa, no sólo porque tienen que poner en hora sopotocientos mil millones de relojes un montón de pringaos.
Es que leo un artículo sobre un neurólogo y los cambios en los ritmos biológicos que afectan al comportamiento, que en algunos casos provocan absentismo laboral, estrés, insomnio, depresiones al oscurecer antes, etc. Supongo que todo esto no ‘es’ computable a la hora de hablar de los beneficios económicos del cambio de hora. No sólo por el absentismo laboral, claro.
Sea como sea, a mí lo que me alucina es que tanta tecnología, en pleno siglo XXI, y sigo perdiendo un montón de tiempo ajustando tanto reloj. Y eso que nunca he llevado uno de pulsera.
Qué manera de perder el tiempo…
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