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La esperanza es lo último que se pierde

Cuando un amigo se va...

Cuando un amigo se va...

Muchas veces he oido decir que cuando alguien va a terminar su camino por esta vida, llega a saberlo. Mi amiga me dijo hace poco más de un mes que estaba cansada de tanto dejarse la piel para nada y que estaba harta de su mala salud. El pasado sábado explicó que si se moría, le gustaría ser incinerada y que sus cenizas fueran a parar a partes iguales al mar y al lado de sus padres. Murió 48 horas después.

La muerte es democrática, a todos nos llega sin excepción; pero hay veces que golpea con fuerza. Hay veces que golpea con saña. Y hay veces que, no por esperada, sigue siendo injusta. Máxime cuando la persona que la veía venir tenía, como es el caso, sólo 31 años. Un derrame cerebral terminó de golpe con todo.

Para los no creyentes, como yo, la pérdida es total. Vienes de la nada y vuelves a la nada. Eso es algo que nunca han querido o podido entender los creyentes aferrados a que sí hay algo más después de esta vida que nos toca llevar. Yo no he conocido a nadie que haya vuelto ni me lo haya podido explicar. Y entre la fe y la razón siempre me he quedado con la segunda. Así que hoy hago este artículo para decir que he perdido a una buena amiga para siempre.

 

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